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El metrónomo

El metrónomo es un dispositivo que constituye una herramienta indispensable para cualquier músico. Amado por muchos, odiado por otros, el metrónomo sirve para establecer el tempo musical. Este instrumento, produce un clic de sonido a un intervalo regular —normalmente en pulsaciones por minuto (BPM)— previamente fijado por el usuario. Etimológicamente deriva del griego μέτρον métron «medida» y νόμοç nómos «ley, norma».

A pesar de que se considera que el descubrimiento del metrónomo puede ser obra del inventor, músico, médico, químico y poeta andaluz del siglo IX, Abbás Ibn Firnás, —quien inventó una especie de proto metrónomo— el aparato, tal como lo conocemos hoy en día, fue inventado alrededor de 1812 por el alemán Dietrich Nikolaus Winkel. No obstante, dicho aparato fue patentado en 1815 por el inventor e ingeniero alemán Johann Nepomuk Maelzel, quién copió el dispositivo añadiendo una escala de divisiones de tempo y lo dio a conocer al mundo bajo el título:

Máquina para la mejora de todas las interpretaciones musicales llamado metrónomo.

A pesar de que se celebró un juicio en el que se determinó que Winkel había sido el auténtico creador del metrónomo, para el momento, Maelzel ya había vendido un gran número de ejemplares y se había ganado el reconocimiento del intrumento. De hecho, aún recibe a veces el nombre de Metrónomo de Maelzel.

¿Qué ocurre antes del metrónomo? ¿Acaso no importaba el tempo?

Sí. Muchos autores buscaban sus propios métodos como el monje Lodovico Zacconi alumno de Andrea Gabrieli que en su Prattica di musica  de 1592 medía el tempo utilizando el pulso humano como punto de referencia. Al igual que Johann Joachim Quantz que utilizaba el mismo recurso un siglo y medio más tarde. 

Por otro lado, muchos autores trataron de medir el tempo siguiendo las indicaciones de Galileo de las leyes físicas que rigen los péndulos. Así lo hizo el matemático y filósofo francés del siglo XVII Marin Mersennne que publicó en su En Harmonie universelle una tabla de longitudes de péndulo con el mismo propósito.

Tradicionalmente, el metrónomo ha tenido dos propósitos principales que deben considerarse por separado. En primer lugar, el de cubrir la necesidad de que los compositores y editores fijen el tempo que consideran apropiado para una obra en particular. Esto empezó a ser necesario por primera vez a finales del siglo XVII, cuando la música de diferentes nacionalidades derivó en estilos y convenciones de interpretación muy diferentes. Esta necesidad se sintió aún con más fuerza a finales del siglo XVIII, cuando la música se alejó del tempo giusto que hasta entonces había regido la mayoría de la música en cualquier tradición. Tempo giusto era la indicación que aludía al tiempo exacto. Tal como lo definió Rousseau:

El tempo determinado por el tipo de compás y por los valores de nota más cortos y más largos contenidos en una pieza

El segundo propósito del metrónomo es la finalidad práctica de dominar una obra interpretándola a diferentes velocidades. Sobre esto hay diversas opiniones. Hay quien considera que el metrónomo es antimusical, como Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) quien decía que el mejor metrónomo es un músico lo suficientemente sensible que haya estudiado la música con detenimiento o Thomas Mace, que veía en el metrónomo la solución para acabar con la una problemática arraigada en el hábito de cambiar la velocidad a medida que la música se volvía más compleja; pero también hay tendencias de aprobación de quienes consideran y defienden que su uso contribuye a una ejecución más controlada y relajada. En esta línea, destacados músicos como Carl Czerny (1791-1857), diseñaron ejercicios programados para ser ejecutados en diferentes velocidades.

Nos despedimos con la obertura de la ópera L'heure espagnole La hora española de Maurice Ravel (1875-1937), una comedia bufa ambientada en Toledo en el siglo XVIII que fue estrenada en la Opéra-Comique el 19 de mayo de 1911. Su trama gira en torno a las infidelidades de la mujer de un relojero. En esta obertura, Ravel utiliza metrónomos regulados a velocidades variables. De este modo, trata de emular el tic tac de los relojes.

Anónimo IV

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