Desde el inicio de los tiempos, la música ha ocupado un puesto relevante en la vida de los seres humanos. No, no vamos a volver a hablar sobre el origen de la música. Pero sí que vamos a viajar en el tiempo hasta una de las civilizaciones más antiguas para explorar cómo era la música en aquel entonces, qué vestigios y legado nos ha dejado y cómo se ha desarrollado su música a lo largo del tiempo.
La música de los romanos, no muestra la autonomía ni la importancia que tuvo la música en la Antigua Grecia. Sin embargo, vamos a ver que la iconografía y las fuentes literarias nos han dejado testimonio de que realmente la música sí que ocupaba un papel importante en el culto y en la sociedad romana en general: en banquetes, en el trabajo, en el ejército...
Ya desde la época de los Reyes (750-510 a.C.) y en la república primitiva (509-265 a.C.), los romanos tenían música litúrgica y otras músicas públicas, música militar y canciones de trabajo. Además, la música romana estaba sometida a influencias extranjeras:
El territorio Italiano estuvo desde el siglo VIII a.C ocupado por los etruscos hasta que una insurrección del pueblo romano en el S. VI a. C provocó la salida de los etruscos y Roma pasó a convertirse en una ciudad-estado independiente que adoptó una forma de gobierno republicana. Desde entonces, la evolución política interna de Roma se caracterizó por una serie de constantes luchas entre la aristocracia romana (patricios) y las clases populares (plebeyos), que generaron una relativa democratización de la República. Los enfrentamientos sociales, generaron conflictos militares por lo que finalmente, tras una dura guerra entre el 49-46 a. C, se acabó implantando un régimen monárquico encabezado por César el que instauró el Imperio Romano, vigente entre el siglo I. y el V d.C.
En muchos aspectos, la cultura romana fue heredera de la griega (religión, arte, filosofía…) aunque se diferenciaba por la búsqueda de lo pragmático de las cosas. Veremos que esto es una peculiaridad que también afecta a la música de Roma.
Quizás ya llegue de historia por ahora. Vamos a empezar a hablar de música de verdad y comenzaremos por la organología, una de las áreas de investigación que más ha interesado a los historiadores de la música romana antigua. Además, en este caso es crucial para entender la música romana y conocer los instrumentos que la interpretaban.
El carácter polifacético de la vida musical romana se refleja en los instrumentos musicales tal como lo demuestran las representaciones iconográficas, las referencias literarias de autores como Cicerón, Quintiliano, Séneca o Virgilio, Vitruvio o Ovidio y restos arqueológicos de instrumentos que han llegado a nuestros días.
Como ya adelantamos al inicio, la cultura musical cosmopolita de Roma, desde los últimos días de la república hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C., fue estimulada por influencias extranjeras fomentadas por el comercio y el tráfico, las guerras, y por la inmigración de músicos, virtuosos y esclavos que llegaron a Italia y Roma desde todos los países del Imperio, importando sus propios instrumentos y música. Además, los romanos adoptaron instrumentos etruscos, griegos y orientales y los perfeccionaron y desarrollaron. De entre todos, destacan los aerófonos, los instrumentos de viento ya que tenían una funcionalidad militar muy útil. Así que empezaremos por estos.
En primer lugar tenemos la tibia, considerado el «instrumento nacional» romano. Inicialmente designaba una flauta de hueso o una flauta travesera etrusca. Luego el término pasó a designar el instrumento tipo aulós griego de doble lengüeta. (El que sale en la l¡película de Ágora del director Alejandro Amenábar). Y… ¿cómo sonaba la tibia?
Siguiendo con las flautas, los Romanos tenían también unas flautas de pan o Syrinx, algo parecida a la flauta pastoril griega. Dejando de lado las flautas, vamos a pasar a los instrumentos romanos de origen etrusco. Estos son la tuba, el lituus y el cornu. Estos tres instrumentos eran interpretados en procesiones, funerales y en juegos públicos como por ejemplo, combates de Gladiadores.
La tuba era una trompeta recta que provenía de los etruscos y que estaba emparentada con el salpynx griego.
El lituus era una trompa Etrusca de campana curva. Era parecida a la anterior, a la tuba, la trompeta recta pero cambia su final que es curvo. Tiene la forma de una pipa de fumar. Se considera que el lituus fue el precedente del Carnyx, ese instrumento del que hablamos ampliamente en nuestro programa n. º15 de la segunda temporada AIV - 2x15, en el que tuvimos la ocasión de escucharlo y de hablar con uno de los intérpretes más reputados de carnyx, Abraham Cupeiro.
Por otro lado también tenemos la bucina, una trompeta plegada con una boquilla desmontable. En verdad recuerda a un trombón de varas pero más corto como la trompeta. Este instrumento era originalmente pastoril pero poco a poco subió de rango hasta convertirse en un instrumento de culto. El cornu era una trompa —con vara transversal para sostenerla— que se usaba tanto en el ejército como en el anfiteatro.
Existían además instrumentos de cuerda, especialmente liras y cítaras típicos de la zona mediterránea. El número de cuerdas de ambos instrumentos se incrementó en Roma y también se agrandaron los cuerpos. Esto fue muy importante para el desarrollo de la música artística y para los virtuosos.
Por otro lado encontramos el arpa angular con caja de resonancia vertical y el laúd de cuello largo, originario de Oriente y popular en la época romana tardía. Ambos se desarrollaron aún más para su uso en ocasiones públicas y domésticas.
Vamos ya con los instrumentos de percusión.
Los tambores de armazón o timpanum, la cymbala (platillos) de bronce y otros instrumentos como el tympanon (pandereta), crótala (sonajas) introducidos en Roma con los cultos helenísticos de misterio y se utilizaron en la música popular del teatro, la danza y el entretenimiento en general.
Por último tenemos los scabillum, que son sonajas para los pies que como veremos se usan para las danzas de los misterios de Baco y Cibeles.
Como veremos posteriormente, en la época Imperial existió una música expresamente de entretenimiento destinada a las grandes exhibiciones de lucha y a los espectáculos que se ofrecían en los anfiteatros. Séneca, en una de sus Epístolas, habla de coros de muchas voces y de nutridos conjuntos de instrumentos de metal. Se escuchaba con frecuencia la combinación de estos coros con un instrumento que nos queda por ver: el órgano hidráulico.
El órgano hidráulico fue inventado en el siglo III a.C por Ktesibios, un ingeniero de Alejandría. Los modelos romanos poseían tres hileras de tubos a distancia de quinta y octava que se conectaban mediante tiradores de registros y teclas. Con el fin de equilibrar las ráfagas de aire, el ingeniero Ktesibios dirigió el aire hacia un depósito metálico en el que se introducía agua que tenía la función de equilibrar la presión del aire a la hora de hacer sonar los tubos.
Los romanos atribuyeron una importancia extraordinaria a las funciones mágicas de la música en el ritual. Las compañías de sacerdotes conocidos como los Salii fueron fundadas ya en la legendaria Era de los Reyes y sobrevivieron hasta tiempos imperiales. Un cantante principal (vates) y un bailarín principal (praesul) realizaban danzas armadas arcaicas y canciones responsoriales en honor de Marte y Quirinus, de acuerdo a un ritual estricto.
Otra antigua compañía sacerdotal, los Hermanos Arval, incluso a principios del siglo III d.C. realizaban su tradicional canción ritual, el Carmen Arvale, con la intención de desterrar las influencias malévolas durante una procesión alrededor de la arboleda sagrada.
Los intérpretes de tibia (llamados tibicinas), probablemente originarios de Etruria, según Plutarco, constituían una de las organizaciones profesionales más antiguas de Roma y su participación en el ritual también tenía una función mágica. Su interpretación tenía la intención de hacer inaudible cualquier ruido maléfico durante los rígidamente prescritos ritos romanos de sacrificio para desterrar los espíritus malignos y convocar a deidades benévolas.
Por razones similares durante el Imperio los músicos de tibia acompañaban las procesiones fúnebres y las ceremonias y sacrificios, ya fueran hechos por campesinos o en las ocasiones más altas del estado. Con frecuencia, estos músicos de tibia eran representados en relieves en altares, arcos de triunfo, sarcófagos y en monedas. Los tibicines a veces eran apoyados por músicos de lira (fidicinas); sin embargo, la tibia seguía siendo el instrumento ritual nacional de los romanos.
Los tibicines debían su apreciada posición al papel que desempeñaban en el rito sagrado. Gozaban de privilegios de estado y conmemoraban su legendaria huelga del año 311 a.C. todos los años en Roma con un festival de gremios, procesiones y una fiesta pública en el templo de Júpiter en el Capitolio. Durante los últimos días de la república y en los primeros tiempos del Imperio, los miembros del colegio romano municipal tibicinum eran hombres libres (liberti), mientras que los trompetistas de la religión del estado (tubicines sacrorum populi Romani) tenían el rango de sacerdotes.
El culto a Cibeles se introdujo oficialmente en Roma ya en el año 204 a.C. Anualmente se celebraban festivales de varios días de duración y acompañados de juegos escénicos para conmemorar la dedicación de su templo en el Aventino. Los sacerdotes llevaban el ídolo de culto de la diosa en procesión triunfal al son de cimbala de bronce, tambores de marco o tímpano, y luego la 'Phrygian auloi' o 'Berecyntiae tibiae' que era la tibia propia para interpretar la música de culto a Cibeles. La diferencia con la tibia normal (pensando ya en esta como un aulós) es que la flauta izquierda tenía un sonido más profundo porque su campana estaba un poco volteada hacia arriba. Lo más curioso es que todos estos instrumentos dedicados en principio al culto a Cibeles, ¡también se tocaban durante las danzas orgiásticas de los sacerdotes en los templos.
Livy nos habló en uno de sus escritos de la naturaleza extática de la música en el culto a Dioniso:
Lps fuertes latidos (a mano) del tímpano y de la cimbala ahogaron los gritos de los violados.
A pesar de la proscripción de los festivales dionisíacos por decreto del Senado en 186 a.C., se celebraron repetidamente durante el último siglo de la república y durante los primeros años del Imperio. Las pinturas murales pompeyanas y algunos relieves sarcófagos de los siglos II y III muestran claramente la naturaleza orgiástica y catártica de esta música en muchas representaciones de diferentes tipos de instrumentos de viento y percusión (tibias, flautas traveseras, cimbalas, timbales, tímpanos, campanas para los pies…)
Después de la conquista de Egipto en el año 30 a.C., el culto a Isis también se extendió a través del Imperio Romano. Este proceso continuó en los siglos I, II y III d.C. El instrumento característico y tradicional del culto a Isis era el sistrum, un sonajero metálico de sonido brillante, que se utilizaba para desterrar la influencia de los espíritus malévolos. también se tocaban flautas largas verticales del antiguo Egipto y arpas angulares durante las procesiones, las ceremonias de sacrificio y los ritos de misterio del culto. Al igual que en los cultos de Cibeles y Dioniso, los instrumentistas y los cantantes de himnos estaban unidos a los templos.
Como ya adelantamos, en Roma había una muy antigua tradición de música militar registrada ya desde el siglo VI a.C. y los principales instrumentos empleados para estos fines, como ya vimos, la tuba, el lituus y el cornu, eran herencia de los etruscos. Hoy en día se conservan ejemplares de estos instrumentos en museos de Roma y de Nápoles.
¿Cuál era el cargo de un músico militar en Roma? Los deberes de los músicos militares romanos están descritos ya a finales del IV d.C. por Vegetius que nos chivó todo y nos cuenta que:
Los trompeteros daban señales fijas para hacer sonar la alarma, levantar el campamento, atacar o retirarse. También eran los que señalaban los cambios de guardia y tocaban en la marcha en los funerales y en las procesiones triunfales y de sacrificio.
Los que tocaban el lituus generalmente pertenecían a la caballería y los que tocaban los cuernos daban señales especiales a los abanderados durante las maniobras tácticas de la legión. Por tanto, están frecuentemente representados de pie cerca de ellos.
En la jerarquía del ejército, los músicos militares figuraban entre los "suboficiales" (principales).
Las referencias literarias de varios siglos muestran que los romanos tenían muchas canciones populares y canciones de trabajo de uso cotidiano.
El canto y la música instrumental proporcionaban un acompañamiento rítmico para remar, cosechar, pisar uvas, tejer, etcétera. Se atestiguan las canciones populares tradicionales de los siguientes tipos:
También sabemos de la existencia de las canciones satíricas porque en Las Doce Mesas, el primer código de leyes romano de 451-450 a.C, figura que estaban prohibidas.
Después de la expansión romana durante las guerras púnicas (siglos III y II a.C.) y la anexión de reinos en el Mediterráneo oriental (Macedonia, Siria y Egipto), las características helenísticas y orientales se establecieron y difundieron con mayor firmeza en la cultura romana, y en los siglos siguientes, se desarrollaron diversos géneros de música teatral, danza y entretenimiento.
A pesar de que encontramos fuentes que revelan que en 364 a.C se realizaron danzas pantomímicas con el acompañamiento de las tibias en un festival sagrado, fue más a partir del siglo II a.C cuando la música teatral romana cogió fuerza. Las influencias griegas eran evidentes; solo hay que ver que se realizaban adaptaciones latinas de dramas griegos. De hecho está documentado el primer drama griego en latín, al parecer, realizado por Livio Andrónico en el 240 a.C.
También fue importante Plauto que incorporó rasgos de la canción helenística, la monodia euripedia y el estilo literario de las comedias griegas en sus comedias romanas.
Tibicines también fue importante por el uso de la música en el teatro. Introdujo un preludio musical al principio y luego interludios entre los respectivos actos. Además también acompañó varios pasajes de los actores con música.
Tras la conquista de Macedonia en 167 a.C. y la destrucción de Corinto en 146 a.C., los actores y músicos griegos llegaron a Italia en masa y empezaron a participar en los juegos triunfales de generales romanos como L. Anicio Gallus (167 a.C.) y L. Mummius (146 a.C.).
Sin duda, el género que más triunfó en Roma y que, en general, estaba bastante establecido en Italia, fue la pantomima. La pantomima romana estaba representada por bailarines de Egipto, Siria y otras provincias y durante el Imperio adquirió un repertorio estilizado de gestos y figuras de danza. Además de la danza, llevaba un acompañamiento musical de tibias, siringa, kithara y otros instrumentos. Generalmente, los bailarines, cantantes e instrumentistas eran dirigidos rítmicamente por músicos de tibia que llevaban sonajeros en los pies para, precisamente, marcarles el ritmo.
Desde el período republicano tardío, el mimo fue la forma más popular de teatro romano, no sólo entre los esclavos y los libertos, sino también entre los ciudadanos. La temática de la pantomima solía ser eventos o situaciones de la vida cotidiana o elementos tomados de la comedia griega y se sabe que se complementaba con interludios de danza y canto.
Después de las campañas y conquistas romanas en Grecia y Asia Menor, la afluencia de artistas musicales y músicos callejeros extranjeros aumentó en el siglo I a.C. Los grandes magnates contrataban a músicos para que amenizasen sus veladas. Principalmente eran esclavos contratados que cantaban y tocaban instrumentos de cuerda en los conciertos domésticos de los amantes de la música romana.
Crisógono, uno de los ricos favoritos de Sulla, se rodeaba de cantantes y tibicinas de día y de noche; en el balneario de Baiae los huéspedes se deleitaban con actuaciones vocales e instrumentales.
El creciente lujo de las clases dominantes atrajo a un número aún mayor de artistas extranjeros durante los primeros años del Imperio. Famosas (y notorias) bailarinas (saltatrices) de Egipto, Siria y España realizaron sus bailes exóticos en tabernas, en la calle y en las plazas con el acompañamiento de crotales, cimbalas, tímpanos e instrumentos de viento extranjeros como las ambubaiae sirias. Su ejemplo y el ímpetu que surgió de la danza teatral de la pantomima, promovió la danza en todos los niveles de la sociedad, a pesar de las constantes críticas de los romanos conservadores (Cicerón, Séneca, Juvenal, Tácito y otros); las escuelas de danza florecieron y la nobleza empleó a maestros de danza y música.
El alcance de la pasión por la danza y la música, incluso en la época romana tardía, puede apreciarse en la frecuente condena de la música popular, de la música del teatro y de los cultos paganos por parte de los primeros autores eclesiásticos cristianos. Al mismo, durante la hambruna del año 383 d.C., —que obligó a exiliar a un gran número de extranjeros—, a 3.000 bailarinas se les permitió permanecer en la ciudad junto a sus coros e instructores.
Como vemos, la mayor eflorescencia de la música grecorromana se produjo (según las fuentes literarias, epigráficas y arqueológicas) durante el principio agustiniano (27 a.C. a 14 d.C.) y bajo las dinastías imperiales de los Julio-Claudios (14-68 d.C.), los Flavianos (69-96 d.C.), y los Antoninos (96-192 d.C.). Los virtuosos profesionales, principalmente de origen griego, cantaban y tocaban en festivales; se presentaban en público destacados pantomimas egipcios y sirios; los músicos y actores griegos y romanos constituían gremios profesionales en Roma y en todas las grandes ciudades; se importaban bailarines y músicos como esclavos de todas partes del Imperio; se desarrollaban instrumentos musicales y becas musicales y aumentaba la participación de los amantes de la música en eventos públicos.
Al mismo tiempo, escritores, filósofos e historiadores, entre ellos Séneca, Plutarco, Juvenal y Tácito, atacaron los efectos desmoralizantes y afeminados de la música teatral, y la "decadencia" de la música al servicio del lujo, por motivos nacionales, sociales, musicales y morales. Sin embargo, muchos actores, bailarines y músicos continuaron gozando del favor del público, a pesar de su baja posición legal y social. Incluso después de la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C. se convirtieron en el medio por el cual los instrumentos y la práctica musical de la antigüedad fueron transmitidos a los músicos itinerantes (joculatores) de la Edad Media.