Desde finales del siglo XVIII, Antonio Stradivari ha sido considerado universalmente como el mejor de todos los fabricantes de violines. En cuanto a excelencia tonal, diseño, belleza y precisión de la fabricación, sus instrumentos nunca han sido superados. Es por ello que, a lo largo del tiempo, una infinidad de científicos e investigadores musicales han trabajado con el fin de dar respuesta al porqué de la perfección física y acústica de estos instrumentos. ¿Cuál es el secreto? ¿Qué los hace realmente excepcionales?
Es un hecho, Stradivari (o si preferimos la forma latinizada de su nombre, Stradivarius) es archi-mega-ultra conocido. Hasta conquistó a Inditex y dio nombre a una de sus firmas. De hecho, ¿por qué esta cadena de ropa escogió el nombre Stradivarius y una clave de sol como logo? Esto es lo que nos cuentan en su web:
Nuestra historia comienza en 1994 con una clave de sol que se convirtió en nuestra firma. Celebramos nuestro estilo único invitando a las y los jóvenes de todo el mundo a descubrir la melodía, la energía y la emoción de Stradivarius la marca de moda que se mueve al ritmo de su propia melodía.
Aunque en este caso se utilice como símbolo de juventud, lo que está claro es que Stradivarius está fijado en el ideario común y todos sabemos, más o menos, por dónde van los tiros. Pero es que además, Stradivarius lleva asociadas una serie de connotaciones:
Antonio Stradivari nació en Cremona en 1644. Aunque el apellido Stradivari era común en los alrededores de Cremona, se desconocen los datos concretos sobre su lugar y fecha de nacimiento. Tampoco se sabe demasiado sobre su familia. Pero sí que se sabe que fue hijo de Alessandro Stradivari y de Anna Moroni y que, ya en aquella época, el violín era un instrumento consolidado.
De su educación y formación profesional, se plantean varias hipótesis:
El caso es que, empezase como empezase, fuese primero aprendiz de talla de madera o alumno de Nicolo Amati, Stradivari, que fue longevo y murió en 1737 a los 93 años, nos dejó como legado un catálogo enorme de instrumentos. Un catálogo de más de 1.100 instrumentos de los que sobreviven unos 650. Esto también nos revela que Stradivari se pasó media vida en el taller.
Su producción de más de 1.100 instrumentos se divide en una serie de etapas, como es lógico, porque nada tienen que ver sus primeras creaciones con los últimos instrumentos que construyó al final de su carrera.
La primera etapa, se llama Amatisé. Como la propia palabra indica, por Amati, por las similitudes estilísticas a los instrumentos de Amati. En esta etapa temprana que va de 1666 hasta 1680, Stradivari construyó menos de 20 violines y una viola. Y destaca precisamente, la viola (1672) por su diseño original y por tener un tamaño poco habitual para el período (es más pequeña, 41 cm, se encuentra en Suiza) y también el violín 'Lever du soleil' de 1677, por ser el primero de los diez instrumentos “con incrustaciones”: en la tapa trasera tiene incrustaciones de marfil siguiendo el dibujo del fileteado, a unos centímetros de este.
En 1680, Stradivari se mudó con su familia porque, a todo esto, entre maderas y barnices, a Stradivari le daba tiempo a mucho más. Se casó en 1667 con Francesca Feraboschi, una joven viuda con la que tuvo 6 hijos. Nos interesan en especial Francesco y Omobono Stradivari porque fueron los que continuaron el negocio familiar. Estudiaron luthería con su padre y también se dedicaron toda la vida a hacer instrumentos. Lo malo es que ambos hermanos murieron jóvenes, poco después de su padre. Por este motivo, casi toda la producción del taller familiar se atribuye a Antonio, no a sus hijos.
Como decíamos, ya con su familia, se mudaron de casa en 1680 a la Piazza San Domenico donde montó su propio taller y allí vivió y trabajó el resto de su vida. Con este traslado a su nuevo taller llegó también un cambio a sus violines. De hecho, se puso a hacer violines como un loco. ¡Y también violonchelos! Además, cuatro años después, en 1684, murió Amati y Stradivari se hizo con todo el mercado. Así, poco a poco su fama empezó a extenderse más allá de Cremona.
De 1680 a 1690, su trabajo cada vez se fue alejando más del de Amati y sus instrumentos fueron cogiendo forma, sello personal. Aunque en el barniz, continuó utilizando el de Amati, el color miel con ocasionales tonalidades naranjas cálidas.
En 1690 se respiró una oleada de individualidad. Este fue el inicio de una nueva era de fabricación de violines. Stradivari cambió las efes, hizo más grandes sus orificios y empezó a utilizar un barniz de un color más profundo. No obstante, el cambio más grande se produjo en el diseño con la introducción del "long strad", que precisamente da nombre a esta segunda etapa: Longuet. No hay que echarle mucha imaginación, es simplemente que los hizo más largos, más estilizados. Con este aumento de la longitud tenían un tono más oscuro que los cremoneses.
Vamos a escuchar un Stradivarius de este período. Lo toca Fabio Biondi, que tiene en sus manos un instrumento de 1690 llamado Il Toscano.
La mujer de Stradivari, Francesca, murió en 1698 y un año después, en 1699 se casó con Antonia Maria Zambelli que le dio 5 hijos más. En ese momento, sus hijos Francesco y Omobono ya estaban trabajando duro en el taller. A ver, duro pero limitados. Y es que parece ser que Antonio Stradivari necesitaba encargarse él de todo. A sus hijos únicamente les dejaba hacer trabajos secundarios, nada que conllevase a una gran responsabilidad con una buena pieza de madera. Es raro cualquier período, exceptuando cuando muere Antonio (lógicamente), en el que podamos encontrar un instrumento hecho por cualquiera de los hermanos sin la participación de su padre. De hecho, tampoco los firmaban ellos. Esos instrumentos recibieron una etiqueta de 'sotto la disciplina', lo que indica que fueron hechos bajo los auspicios de Antonio.
Con su segunda esposa, llega la última y tercera etapa de Stradivari denominada “la época dorada”, un período comprendido entre 1700 y 1720. Stradivari siempre estuvo motivado por perfeccionar y lograr un mejor sonido y en esta última etapa consiguió instrumentos de muy alta calidad sonora, de una gran facilidad de respuesta y de una amplia potencia. Podríamos enumerar una infinidad de instrumentos de esta etapa… pero por citar alguno tenemos de violines a Betts (1704) o el Mesías (1716).
Los Stradivarius han sido objeto de numerosos estudios científicos que buscan encontrar la clave de ese secreto, de esa sonoridad. Se han analizado por todos los medios: sus dimensiones y materiales, la resina...¡hasta se han analizado las condiciones meteorológicas y atmosféricas de la época en la que vivía Stradivarius para buscar algún tipo de conexión o ver de qué modo pudo influir en la madera o en los productos utilizados!
Así que, vamos a ir comentando las diferentes teorías que se han formulado a lo largo del tiempo con respecto a estos instrumentos creados hace 300 años.
Vamos a empezar por una de las hipótesis más comunes que es la del clima.
Los científicos Lloyd Burckle, de la Universidad de Columbia y Henri Grissino-Mayer de la Universidad de Tennessee, propusieron una hipótesis basada en una situación climática única que existió entre 1645-1715 conocida como el mínimo de Maunder; un periodo de frío intenso que afectó sobre todo a Europa Occidental. Stradivari nació un año antes de que comenzara el Mínimo de Maunder, en 1644 y su producción coincidió cronológicamente con este fenómeno.
Ellos consideran que la madera que utilizó Stradivari para fabricar estos instrumentos (arce y abeto) fue talada de árboles que crecieron en este mínimo de Maunder también llamado “Pequeña Edad de Hielo”. ¿Y qué tiene de curioso este fenómeno? Este período se caracteriza por la escasez de manchas solares y por una reducción de la actividad del sol. La poca actividad solar y el descenso de temperaturas afectaron directamente en la tasa de crecimiento de los árboles que se redujo considerablemente.
Se considera que estas temperaturas reducidas combinadas con el entorno ambiental crearon madera con una gran calidad y, por tanto, con un sonido superior. Esto no ha vuelto a suceder desde el período Dorado de Stradivarius.
Otra teoría es la del hongo, o como leímos por ahí “the magic mushrooms”:
El profesor Francis Schwarze, de los Laboratorios Federales Suizos de Ciencia y Tecnología de Materiales, consiguió modificar la madera mediante el tratamiento con hongos especiales. Según él, este tratamiento altera las propiedades acústicas del instrumento y lo hace sonar igual que un Stradivari.
Descubrió dos especies de hongos (Physisporinus vitreus y Xylaria longipes) que descomponen el abeto y el sicómoro de Noruega —los dos tipos importantes de madera utilizados para la fabricación de violines— y mejora su calidad tonal. Sí, lo que estás escuchando, si coges madera y las tratas con estos hongos, voilá, te queda una madera de primera (acústicamente hablando).
Junto con los fabricantes de violines Martin Schleske y Michael Rhonheimer, el profesor Schwarze desarrolló violines hechos de mycowood (madera tratada con hongos de descomposición de la madera). Una vez los construyeron (2009) hicieron una prueba: una audición a ciegas detrás de una cortina para ver si la gente apreciaba la diferencia entre un Stradivari de 1717 y el Mycowood que Schwarze había tratado con hongos durante nueve meses. El violinista británico Matthew Trusler fue el escogido para hacer esta audición. Cogió el Stradivari de 1717 y el violín de los hongos y se puso a tocar. El resultado fue que los participantes: tanto el jurado de expertos como la mayoría de la audiencia, pensaron que el violín de los hongos de Schwarze era el Stradivari real.
También está la teoría del "efecto halo". Esta no es tan divertida como la de los hongos. Esta teoría está ligada a la psicología, concretamente al efecto halo, así acuñado en 1920 por el psicólogo Edward L. Thorndike que se refería a este como un fenómeno que consiste en la realización de una generalización errónea a partir de una sola característica o cualidad de un objeto o una persona.
Es decir, en el caso de los Stradivari, el hecho que una persona tenga la constancia de que está ante un instrumento famoso, antiguo y con un precio tan elevado, influye en la forma en la que lo percibe y escucha, condicionando de este modo su respuesta. Así lo afirmaron el profesor de tecnología de audio Bruno Facenda y el profesor de ingeniería acústica Trevor Cox, ambos de la universidad de Salford, tras un estudio que realizaron en 2011 en el que tras una cata a ciegas en la se tocaron Stradivaris, Guarneris y violines modernos. El resultado, contra todo pronóstico fue que los violines mejor valorados o que más gustaron fueron los modernos y Stradivarius quedó en un puesto más abajo en el podio.
En los años 70 fue muy conocida la teoría de la madera de los Stradivari que desrrolló el profesor Joseph Nagyvary. Lo contaba el propio científico en una entrevista en la que decía que todo empezó porque en la década de los 60, comenzó a viajar periódicamente a Milán, y en uno de estos viajes se fijó en que instrumentos de madera o muebles, artefactos de madera en general, tenían daños considerables de carcoma. (Ese insecto tan adorable de la familia de los escarabajos que deja unos agujeros enormes como los del queso suizo). El caso es que, Nagyvary empezó a preguntar en las tiendas de instrumentos y a luthiers por el caso de los Stradivari y todos le dijeron que a diferencia de Milán, en Cremona ho había esos problemas de carcoma. Entonces Nagyvary pensó que podía deberse a que utilizaban un conservante o un insecticida potente. Buscó en los datos del archivo de Venecia sobre el uso histórico de insecticidas y enseguida relacionó los químicos con los efectos acústicos.
Entre ellos estaba el bórax: muy conocido como insecticida y también conocido por los químicos como un poderoso agente de reticulación de polímetros, vamos, que hace la madera más firme y dura y en consecuencia, el sonido más brillante. Tras el análisis de algunos fragmentos de madera también llegó a la conclusión de que los constructores cremoneses pudieron utilizar varios azúcares hechos de goma de frutas o el polvo de cristal que es el arma más definitiva contra la carcoma (porque este animalito no puede masticar cristales). Entre todos los polvos de cristal el mejor es el de cuarzo de las montañas y el vidrio coloreado de Venecia.
Por último, la teoría acústica. Claudia Fritz, experta en acústica de la Universidad Pierre y Marie Curie, lleva años realizando experimentos sobre los Stradivari. Ante la afirmación de que los Stradivari proyectan mejor su sonido en un auditorio, decidió realizar un experimento:
Fritz y su equipo contaron con la colaboración de 55 expertos que escucharon 3 Stradivarius y 3 violines modernos en un auditorio de París con capacidad para 300 personas . Se sucedieron las melodías tras un biombo, acompañado en ocasiones de una orquesta, otras a solo. Repitieron el experimento con 82 personas que escucharon los violines en una sala de Nueva York de 860 asientos.
Los científicos recogieron las impresiones del público y los violinistas y el resultado fue que:
La mayoría de los oyentes y más de dos tercios de los músicos no notaron diferencia en la proyección del sonido de los Stradivarius y, no bastando con eso, prefirieron el sonido emitido por los violines nuevos.
Esta conclusión concuerda con la que ya mencionamos antes del halo. De hecho, Claudia Friz concluyó que la leyenda y el elevado precio de los Stradivarius deforma la percepción que tenemos de su sonido y hace que nos parezca de mejor calidad.
Para finalizar, vamos a quedarnos en España y vamos a hablar de los Stradivari que tenemos aquí porque, para quien no lo sepa, sí, la Capilla Real del Palacio Real de Madrid custodia 5 instrumentos Stradivari. Tenemos por un lado el Cuarteto Palatino formado por: dos violines, una viola y un violonchelo decorados y además del cuarteto, hay un instrumento más: un violonchelo no decorado. Vamos a empezar por el cuarteto palatino.
Aunque en su etiqueta pone 1709, probablemente Antonio Stradivari construyó los instrumentos en la década del seiscientos. Es curioso que, los dos violines presentan incrustaciones como decoración en la tapa siguiendo la silueta de los aros, mientras que en la viola y el violonchelo, la decoración está dibujada con tinta china. No importa. Tengan piedras preciosas, marfil o tinta china, estos instrumentos poseen unas cualidades que incrementan su valor hasta límites insospechados. De hecho, estamos ante ¡el único cuarteto de cuerda obra de Antonio Stradivari!, y esta es la clave y lo que lo convierte en una auténtica reliquia. Además de por su fino acabado, su madera, la etiqueta con la firma, el año y el lugar en el que fueron construidos, lo más valioso de estos instrumentos es la singularidad con la que el propio Stradivari los fabricó para ser interpretados como agrupación de cámara. Con un color sonoro y una inigualable perfección tímbrica. Y por eso es considerado por los expertos como el mejor del planeta y el mejor conservado.
¿Cómo llegan a nuestro País? En 1702, Felipe V rey de España visitaba Cremona cuando Stradivari le ofreció un quinteto de cuerda. Porque en origen eran 5: con dos violas (una tenor y la otra contralto). Por cuestiones bélicas (la guerra de Sucesión) no se adquirieron en ese momento y el que formalizó la compra fue Carlos III, el mismo monarca que adquirió un chelo más.
De este modo, los Stradivari llegaron a España y se integraron en la Orquesta de Cámara del futuro Carlos IV, hijo de Carlos III, para la interpretación de música clásica. Carlos IV era un violinista aficionado y gran amante de la música de cámara.
Desde entonces hasta la actualidad, el conjunto instrumental se conserva en el Palacio Real, salvo la viola grande que no se conoce su paradero. Por eso es cuarteto palatino y no quinteto. Pero con la viola del cuarteto también hubo líos. Se perdió, tuvo diversos dueños y Patrimonio Nacional tuvo que compararla en 1951 a la casa Hill de Londres.
Cuando parecía que todo iba bien, ya teníamos el cuarteto sano y salvo, viviendo tranquilamente en un palacio, bien conservado, llega el 13 de abril de 2012 y de pronto, en una sesión fotográfica, se cae el chelo de costado contra una mesa y se le parte el mástil. Sí, así es la vida… Un día cuestas entre 20 y 22 millones de euros y al día siguiente te caes al suelo en una sesión de fotos.
El chelo se tuvo que pasar tres semanas de julio en el taller mientras lo reparaba el luthier Carlos Arcieri de 70 años. El mástil fue pegado con colágenos de origen animal por el módico precio de cinco cifras. Por fortuna, todo quedó en un susto y el chelo a día de hoy goza de buena salud.
Habitualmente viven en una urna de cristal en el Palacio y rara vez salen de este. La última juerga que se pegaron fue en 1991 cuando fueron trasladados a Francia para una reparación. Los instrumentos siempre viajan en aviones diferentes para evitar que un desastre aéreo pueda acabar con todos. Hacen falta 4 aviones y luego cajas acorazadas insumergibles. Además también llevan un sistema electrónico que permite localizarlos en cualquier parte del mundo en caso de accidente.