Nos acercamos hoy al legado del grupo de compositores franceses Les Six. Una pandilla de autores que rompieron con las reglas preestablecidas y reinventaron la música francesa a principios del siglo XX.
Escuchamos primero a Georges Auric, seguramente el menos conocido de todos los autores de Le Six, aunque tuvo una carrera muy prolífica sobre todo en el cine. Desde sus inicios como compositor de cabecera de las películas de Jean Cocteau a las bandas sonoras para las grandes películas francesas de los años 60. De él escuchamos, como no, una banda sonora, la de la película La Bella y la Bestia de 1946, además de un movimiento de su Trío para vientos y la primera de sus Imaginées para flauta y piano.
No es tampoco demasiado conocido Louis Durey. Comenzó muy tarde en la música y no terminó su primera obra hasta que tenía casi 30 años. Hombre muy comprometido con la causa revolucionaria y el Partido Comunista, destacó principalmente por su música vocal. Por eso escuchamos dos de sus 6 Madrigales de Mallarmé. Pero también escuchamos su Sonatina, op. 25 para flauta y piano y su Nocturno, op. 40 para piano solo.
Arthur Honegger sí que ha pasado a los anales de la Historia de la Música como uno de los más destacados sinfonistas de la escuela francesa. Nacido en El Havre pero de ascendencia suiza, destacó como un gran compositor de música escénica: desde ballets a oratorios y también música para cine, habiendo compuesto la música de la majestuosa película de Abel Gance Napoleón. Pero sin duda, dos de sus obras más conocidas e interpretadas hoy en día son dos poemas sinfónicos (o “movimientos sinfónicos como él le llamaba): Pacific 231 y Rugby. Además, también queremos destacar el prólogo de su oratorio Jeanne d’Arc au bûcher, su Intrada para trompeta y el Adagio de su primer Cuarteto de Cuerda.
Darius Milhaud fue el viajero del grupo. Y también el más prolífico, con un catálogo que supera las 400 obras. Antes de conocer a Les Six ya había viajado a Brasil, país que le marcaría de por vida y cuyos ritmos estarán muy marcados en su obra. El jazz y el uso de la politonalidad son las otras dos grandes características de su estilo compositivo. La primera obra que escuchamos, la primera Sonata para Viola escapa de estas influencias y bebe directamente del Barroco. Las siguientes tres obras están escritas en el periodo brasileño de Milhaud: Scaramouche, para saxo y piano, las Saudades do Brasil, op. 67 y el ballet Le Boueuf sur le toit. Su obra de cámara más reconocida es la Suite, op. 157 para violín, clarinete y piano y también sigue siendo muy interpretada hoy en día la obra orquestal La Creation du monde, op. 81.
La personalidad de Francis Poulenc sigue siendo muy difícil de definir. Podemos decir que su vida fue una eterna dicotomía. Homosexual, pero profundamente religioso, su estilo musical parece caminar siempre entre lo moderno y lo conservador. El crítico Claude Rostand dijo que Poulenc era “mitad monje, mitad delincuente”. Y él dijo de si mismo que su obra era la yuxtaposición de lo profano y lo sagrado. Escuchamos dos de sus principales obras de cámara: la Sonata para clarinete y la Sonata para flauta. También su Suite française dàprès Claude Gervaise, basada en danzas renacentistas. La música para piano está representada por el tercero de los 3 Mouvemenets perpétuels. Imposible olvidar su obra de cámara La Voix Humaine de la que escuchamos uno de sus primeros números. La música orquestal viene de la mano del concierto coreográfico Aubade y de la suite Les Animaux Modèles.
La única mujer del grupo era Germaine Tailleferre. Se consideró durante mucho tiempo que su catálogo solo incluía un puñado de obras para piano. Pero Tailleferre escribió mucho más: varias obras para piano y orquesta, una gran cantidad de música de cámara, ballets, óperas y un gran número de piezas vocales. Vamos a escuchar parte de su música de cámara: su Cuarteto de cuerdas, su Forlane y la Pastorale para flauta y piano. También habrá tiempo para escuchar su maravillosa Sonata para Arpa.
El díscolo del grupo fue Erik Satie, que ejerció como inspiración al principio, fue muy cercano a todos estos jóvenes compositores, pero terminó abandonando el grupo, que él mismo había ayudado a formar, tan solo un año después. Aún así, es de justicia escuchar alguna de sus obras, como Le Piccadilly, Danses de travers, Valse-ballet, Trois Morceaux en forme de poire, Je te veux o Ludions.