En los últimos 250 años, Estados Unidos ha sido un hervidero de creación musical. En esta playlist vamos a repasar las contribuciones más destacadas a la música académica que se han hecho desde el gigante americano.
Y si hay un estado que fue un verdadero hervidero de creación musical en los Estados Unidos, ese fue Nueva Inglaterra. La primera generación de compositores fue llamada The Yankee Tunesmiths, o Primera Escuela de Nueva Inglaterra. Fueron un grupo de compositores autodidactas, creadores de salmos y otras composiciones religiosas y con un marcado caracter anglo-celta. De todos ellos (eran unos cuantos) vamos a destacar a William Billings, de quien escuchamos su coral Africa.
Esta generación de compositores dio paso a la Segunda Escuela de Nueva Inglaterra, integrada por los conocidos como Boston Six. Estos “seis de Boston” eran John Knowles Paine, Arthur Foote, George Chadwick, Amy Beach, Edward MacDowell y Horation Parker. De Edward MacDowell escucharemos dos de sus maravillosas miniaturas para piano. Horatio Parker nos dejó maravillosas obras orquestales como A Northern Ballad. Amy Beach, por su parte fue la primera mujer en estrenar una sinfonía en el país (su Sinfonía en Mi menor, op. 32). También fueron grandes sinfonistas John Knowles Paine (con overturas como As you like it) y George Chadwick, autor de los Symphonic Sketches.
La siguiente generación de compositores de Nueva Inglaterra rompió con los cánones estilísticos de todos estos autores. La savia nueva del estado (y de todo el país) estuvo liderada por el siempre inconformista Charles Ives, uno de los primeros compositores norteamericanos de fama internacional. De él escuchamos su monumental sonata Concord Mass para piano y el poema para pequeño ensemble The Unanswered Question.
Es un buen momento para irse atrás y conocer a otros compositores americanos que poblaron el siglo XIX fuera del ámbito de Nueva Inglaterra. Como Louis Moreau Gottschalk, virtuoso del piano y enamorado de Latinoamerica que dejó un gran número de obras para el instrumento de enorme dificultad, como su Union, op. 48. O el archiconocido compositor de marchas militares John Philip Sousa que además de su mítica Barras y Estrellas nos dejó otras marchas como Hands across the Sea.
Una generación de músicos afroamericanos emergió en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX en géneros muy diversos. William Grant Still fue el primer director de orquesta afromaericano en dirigir una gran orquesta y en conseguir que estrenase una de sus sinfonías, su grandiosa primera sinfonía Afro-American. Florence Beatrice Price también hizo historia al ser la primera mujer afroamericana es estrenar una sinfonía y codearse con el establishment musical americano. Otra de las primeras mujeres compositoras afroamericanas fue Margaret Bonds que realizó muchos arreglos académicos sobre espirituales negros. Scott Joplin, por otro lado, cultivó un género muy distinto y ha llegado a nuestros días como el máximo exponente del ragtime, antecesor del jazz.
Muchos de estos compositores sentaron las bases para el nacimiento de una música nacionalista americana que estuvo claramente representada durante el siglo XX por Aaron Copland, seguramente el compositor de música americana más representativo de un estilo muy concreto que unió las músicas de raíz surgidas en el país con la tradición académica europea. Copland nos dejó interesantísimas obras como sus ballets Billy the Kid y Rodeo o su Fanfarría para el Hombre Común, pero también obras más alejadas del folklore americano como su Concierto para Clarinete.
El siglo XX fue un auténtico hervidero estilístico en el país. En casi cada esquina había un compositor innovando con un lenguaje diferente y con el paso de las décadas Estados Unidos se convirtió en uno de los grandes productores de música académica del mundo y patria de algunos de los compositores más interesantes y vanguardistas. Uno de los más aclamados en vida fue Samuel Barber, un niño prodigio que terminó dejando un enorme catálogo de música tanto instrumental como vocal. Todos lo conocemos por su Adagio para cuerdas pero su catálogo tiene piezas tan interesantes como la obra para soprano y orquesta Knoxville, summer of 1915 y sus increíbles miniaturas para piano Excursions. Por otra parte, en esos años, George Gershwin se convertía en el compositor mejor pagado del mundo moviéndose siempre en esa línea que transitaba entre las obras de concierto, la composición de musicales, óperas o canciones de jazz. Sus obras académicas más celebradas son An American in Paris y su ópera Porgy and Bess. Bastante más vanguardista en aquel tiempo fue George Antheil que tras su paso por París trajo a Estados Unidos todos los avances estéticos del avant-garde europeo y fue también un destacado inventor que desarrolló varios sistemas de telecomunicaciones. Tras trabajar mucho en televisión su lenguaje musical fue tendiendo hacia la tonalidad, como muestra su miniatura para piano Love Affair Valse.
¿Y qué decir de Leonard Bernstein? Uno de los músicos más populares e icónicos del siglo XX, recordado por muchos como uno de los grandes directores de orquesta de su época y por otro como un agudo compositor de musicales tan famosos como su West Side Story. Pero también compuso obras menos conocidas como su ópera de cámara Trouble in Tahiti.
Milton Babbit y Elliott Carter, contemporáneos entre ellos y en lo musical trajeron a la música americana grandes innovaciones compositivas. Babbit fue el pionero en el país de la música serial y electrónica y Carter, con una extensa carrera (murió con más de 100 años) fue el auténtico abanderado americano del ultra-modernismo. Escuchamos la última obra que escribió en vida, Epigrams. Por su parte, Henry Cowell, que había nacido unos años antes de Carter fue el padre de este ultra-modernismo en América, además de un ávido y audaz empresario musical y pionero en el uso de técnicas extendidas en los intrumentos. Por otra parte, había quien entendió la vanguardia a su manera y la desarrolló por derroteros únicos e irrepetibles como el ecléctico e inclasificable John Cage que además de su famosa 04’33’’ nos dejó una obra fundamental del piano contemporáneo: Music of Changes, basado en la técnica adivinatoria del i-ching chino.
Pero hay sin duda un género musical que está ligado a los Estados Unidos en su desarrollo y es el minimalismo. De la Costa Este surgieron un grupo de compositores en los años 70 que subvirtieron en el lenguaje tonal de la época y supieron, por otra parte, llevar la música de vanguardia a los escenarios más mainstream e incluso al cine. Los dos mayores exponentes del género son Philip Glass y Steve Reich.
El siglo XXI ha contemplado las creaciones de otros grandes compositores estadounidenses como Frederic Rzewski, fallecido este mismo año (2021) que nos dejó unas monumentales variaciones para piano sobre “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido”; o John Adams, el gran compositor americano de estas últimas décadas con obras tan fundamentales como sus óperas (Nixon in China) o este Short Ride in a Fast Machine. Por último, el compositor de música coral Eric Whitacre es la nueva gran estrella del género y sus obras, como este Sleep, son programadas por coros de todo el mundo.