Hoy presentamos una playlist clave para entender la música del Clasicismo y no perderse ni un sólo detalle del desarrollo de esta época fundamental y conocer algunas de sus mejores piezas.
El Clacisimo no existiría si no hubiese habido una serie de compositores que ayudaron a establecer una transición con la música del Barroco tardío. Buena parte de la culpa de esta transición la tuvieron algunos hijos de Bach: Carl Philipp Emmanuel, con infinidad de sinfonías y conciertos (como este para flauta que escuchamos), Johann Christian, más cercano al estilo galante y Wilhem Friedemann, el más díscolo de todos, y un excelente improvisador al órgano. Además de los hijos de Bach, las sonatas para teclado de Domenico Scarlatti también hicieron mucho por acercar este cambio estilístico. Por último, Christoph Willibald Glück es, a menudo, considerado la visagra que unió la tradición operística del Barroco con la de los compositores del Clasicismo. Buena muestra de ello es su ópera “Orfeo y Euridice”.
El Clasicismo, como género, fue efímero en el tiempo y se apoya principalmente en la creación de tres grandes genios que completan la conocida como Primera Escuela de Viena: Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart y las primeras obras de Ludwig van Beethoven. Pero antes de escuchar a estos tres grandes colosos, escucharemos a algunos de sus familiares que también hicieron mucho por el género. El padre de Mozart, Leopold Mozart, nos dejó un interesante catálogo sinfónico (especialmente su apócrifa “Sinfonía de los Juguetes”) y varias obras concertantes para trompa, aún muy estimadas por los trompistas. Por su parte, Haydn tuvo un hermano, Johann Michael Haydn que fue uno de los mejores amigos de Mozart en vida y un muy reputado compositor de música coral y sacra. En su Requiem, que escuchamos, muchos han querido ver la influencia en la que posteriormente Mozart se inspiraría para su propia Misa de Difuntos.
Joseph Haydn trabajó todos los géneros y hoy en día es conocido e influyente en todos ellos menos, seguramente en la ópera. Por eso vamos a quedarnos con algo de su música de cámara (Trío para piano nº 43), con una de sus fundamentales sonatas para piano, con el segundo movimiento de su “Sinfonía del Reloj” y con el finale de su monumental oratorio “La Creación”.
Mozart sí que trabajó absolutamente todos los géneros. Por eso, del género de Salzburg, del que ya hemos escuchado su Requiem, es imprescindible escuchar uno de sus cuartetos de cuerda (el número 16 para ser más exactos), algo de su música para piano y sus sonatas para violín, varias de sus imprescindibles sinfonías y un aria de ópera. El resto de la playlist podría ser música de Wolfgang, pero en algún momento hay que parar… Una buena manera de hacerlo puede ser, por ejemplo, escuchar algo de su archi-enemigo en la ficción (aunque no lo fueran tanto en la vida real) Antonio Salieri, que fue también uno de los más destacados compositores de la época en Viena y autor de numerosas óperas entre las que destaca “Tarare” y de un Requiem de gran valía compositiva.
Beethoven fue a su vez una bisagra con el siguiente género romántico pero entre sus primeras obras hay brillantes ejemplos del mejor estilo vienés, como en alguna de sus primeras sonatas para piano y en su esplendorosa Sinfonía nº 2. Algunos autores han querido añadir las primeras obras de Franz Schubert dentro de esta Primera Escuela de Viena. Buenos ejemplos de estas primeras obras del compositor como la brillate Sinfonía nº 1, de la que escuchamos su electrizante minueto o su Trío D. 581, buena muestra de su primera música de cámara.
A la sombra de todos estos grandes monstruos de la composición que vivían en Austria trataban de asomar la cabeza otros compositores austríacos y alemanes. Reconozcamos que no lo tenían fácil para trascender en la historia del Clasicismo, aunque cada uno lo intentó a su manera. Franz Anton Hoffmeister dejó un fantástico concierto para viola, clave del repertorio. Carl Stamitz, hijo de uno de los fundadores de la Escuela de Manheim sigue siendo recordado por sus conciertos para clarinete y también para viola. Carl Friedrich Abel fue un virtuoso violista que dejó un extenso catálogo de obras para el instrumento. Por su parte Johann Georg Albrechtsberger nos dejó una curiosísima pieza: Un concierto para arpa de boca y orquesta. Johann Nepomuk Hummel fue uno de los compositores que sirvieron de puente para el desarrollo del estilo romántico alemán y es recordado hoy en día principalmente por su concierto para trompeta.
¿Cómo fue el Clasicismo en Italia? El país transalpino proveyó de grandes compositores al resto del continente, ya que muchos autores italianos emigraron a otros países (como había hecho Salieri marchándose a Austria). Uno de los pocos que se quedó fue Giovani Battista Sammartini, que desde Milán llegó a codearse con los grandes compositores germanos y a legarnos obras como su Sinfonía en Fa Mayor. Luigi Cherubini se marchó a Francia y desde allí compuso uno de los mejores Requiems de la historia, con un sobrecogedor Introitus. Muzio Clementi hizo negocio desde Inglaterra donde editó gran parte de sus famosas Sonatinas para piano, obras clave de la pedagoía pianística. Domenico Cimarosa fue otro de los que no se marchó y se convirtió, desde su Nápoles natal en un conocido compositor de óperas en todo el continente. Es muy curioso comparar el comienzo de la obertura de su “Il Matrimonio Segreto” con la obertura de “La Flauta Mágica” de Mozart. Luigi Boccherini emigró a España y asimiló perfectamente el estilo español y sus instrumentos como muestran sus quintetos con guitarra entre los que se encuentra el famoso “La Musica Notturna delle strade di Madrid”.
En España vivía también Fernando Sor, conocido por muchos como “el Beethoven de la guitarra” que dejó docenas de estudios y fantasías para el instrumento y unas increíbles Variaciones sobre un tema de “La Flauta Mágica”. En Francia François Marin fue uno de los principales exponentes de la música pre-revolucionaria como muestra su Sinfonía en Sol menor.